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Tanzania.
Nos la atravesamos de sur a norte por el este y también hacia el
puro centro, palmo a palmo, por carreteras, en sus enflechados buses
que a toda velocidad van transportando, efectivamente y bien llenitos,
sus gentes.
Llegamos
desde el norte de Malawi y entramos a Tanzania donde finalmente una
vez pasado el royo llegamos a descansar al primer pueblo propiamente
dicho después de la frontera llamado Mbeya. Es un pueblo de
carretera, sin ningún atractivo y sí con mucho agite de buses y
parada de trenes, así que solo estuvimos una noche para descansar,
donde la única novedad fue que salimos antes del amanecer caminando
rapidito y muy a oscuras hacia el terminal de buses, con nuestros
morrales al hombro cuando a Sergio se le enredaron las patas y se fue de jeta contra el planeta y nos dejó rotos sus veintiúnicos bluejeans,
un tobillo hinchado que molestó un par de días y al menos una historia que contar en este pueblo antes de seguir al ya más célebre
Iringa.
Iringa es una
ciudad de unos 130.000 habitantes que se caracteriza por ser sede de
muchas universidades. Es una ciudad culta, educada y mucho más
limpia que cualquiera de sus pares africanas. Estuvimos en un hostal muy bueno
Neema Crafts Workshop & Lodge) y el más silencioso del mundo, no solo porque se encuentra en una zona muy tranquila del pueblo sino además porque todos los que allí trabajan son
sordo-mudos y algunos con otras discapacidades. Una casa grande con
aire de convento pero una obra increíble que pretende involucrar y
darle aceptación a todas estas personas que han sido rechazadas en
otros lugares y muchas veces discriminadas en sus propios hogares.
Acá trabajan todos
felices, en silencio y productivamente y aunque no deja de ser algo
extraño para uno como huésped se lo han arreglado muy bien. Por
ejemplo para ordenar la comida a la carta en el restaurante
encuentras en cada mesa hojas de papel y lapices de colores, que no
son para que los niños hagan mamarrachos mientras sus padres
almuerzan, sino que en ellas debes marcar lo que te vas a comer, en
pequeños circulitos para rellenar y chulear, cual examen del Icfes,
especificando todas las opciones. También al final del menú y en un
libro en cada habitación encuentras una guía con los signos básicos
del lenguaje sordo-mudo.
Da mucha alegría ver a toda esta gente
funcionando y trabajando. Tienen un taller donde hacen muchas
artesanías, con papel, con popó de elefante, carpinteria, maquinas
de coser, torno, muchos. Cientos de aparatos todos usados a su máximo
provecho. El ambiente de convento se enfatiza por uno que otro primer
mundista superdotado que esta entregando su vida a la valiosa causa
del voluntariado, que además de los 2 o 3 idiomas europeos que
habla, maneja suajili y un dialecto de la zona y que se viste de
camisa blanca de manga larga divinamente planchada y pantalones o
falda en tonos grises. La fundadora de Neema Crafts Workshop & Lodge es por ejemplo una formal y talentosa, tanto como inglesa y
generosa que le ha cambiado la vida a cientos de personas.
Iringa es un pueblo
grande pero relajado, todas sus calles están llenas de bellos
árboles florecidos en violeta, Jacarandás, y aunque encuentras
todas las facilidades siempre te sigues sintiendo como en finca.
Bueno en realidad en todo el sureste africano nos hemos sentido como
en finca, en una grandísima finca. Al rededor de Iringa también hay
varios sitios de interés arqueológico ya los veremos próximamente
en fotos y hablaremos de la visita a nuestros antepasados, por aquí
al ladito de donde se originó la humanidad.
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