20 de mayo de 2014

Welcome to Tijuana

Y fuimos a conocer la tan mentada Tijuana. Porque teníamos mucho tiempo y sobre todo porque Sergio insistió para que fuéramos a ver cómo era ese cruce, el más transitado del mundo. Yo por mi parte quería ir a pisar otro país para añadirlo a la lista De Vuelta al Mundo 2. Nos estábamos quedando en San Diego y aun teníamos alquilado el carrito placa Washington. (Confieso que siempre me dio rabiecita que estando en California justo nuestro carro alquilado dijera Washington)

Resultó que Tijuana esta totalmente pegada a San Diego, yo pensaba que tocaba desplazarse más, pero no, esta ahí pegadito, nos demoramos unos 35 minutos en llegar a la frontera desde nuestro hotel. Nos habían dicho que necesitábamos un seguro para cruzar el carro a México y que además la frontera era más fácil de pasar a pie. Así que parqueamos el carro en uno de los múltiples parqueaderos disponibles para los que van hacia el otro país y echamos a andar.


Muy raro ese lugar, en contraste con las avenidas enormes gringas,  poco a poco lo van a uno encajonando por corredores como de vacas. El cruce de Estados Unidos a México, fue muy fácil, en realidad un formalismo, ni siquiera nos sellaron el pasaporte, cosa que no me gustó porque no quedaría como evidencia.


Entramos como dicen como Pedro por su casa. Apenas se cruza el border, todo cambia. El idioma, la calle, los carros, los letreros, la estética, las personas, los personajes, otro país, realmente otro país. Apenas salimos varios taxistas nos cayeron pero habíamos leído que al centro se podía caminar fácilmente. Cuando cruzamos la gran avenida nos topamos con una escena triste como de película futurista después del armagedon. En lo que parece un rio acanalado se ha ido quedando toda la gente que no pudo cruzar la frontera y que no tiene a donde ir, han hecho con cualquier cosa cambuches y allí permanecen. Caminamos un par de cuadras más y empieza la Avenida Revolución, los primeros mariachis, el tequila, y hasta el chavo y la chilindrina.


Al principio Sergio iba parco con la tomada de fotos pero muerto de ganas de dispararle a todo, se contenía, pero poco a poco nos fuimos sintiendo más cómodos. Caminamos la Avenida Revolución de principio a fin mirando cada detalle, la publicidad, los grafitis, la gente, su forma de comunicarse, la ebullición latinoamericana.

Entramos a una plaza de mercado, generosa, abundante, olorosa a cilantro, moles y chiles, provocativa. Con las panzas lubricadas empezamos a buscar almuerzo. Encontramos entusiasmados un restaurante de comida de mar, delicioso, el Negro Durazo, justo al lado de la plaza, nos lo recomendó el taxista con mucho énfasis. La comida mexicana es algo contundente.


Paseamos por un centro cultural enorme con un edificio en forma de bola donde se evidencia que Tijuana tiene bastante movimiento cultural y artístico. Anduvimos y andaregueamos, tomamos fotos y al final de la tarde volvimos para hacer la parte dispendiosa de cruzar al otro lado.

Parece que nos fue super bien. Nos demoramos menos de dos horas en el proceso, he oído que fácilmente pueden ser hasta 6. Además íbamos de paseo, sin afanes, de etnógrafos, observando todo. De fotógrafos ya no porque allí no se puede tomar ninguna foto, entonces nos tocaba contentarnos con mirar. Era una fila laaaaaaaaaaaaaarga que se va ramificando según diferentes categorías. Residentes, no residentes, etc, etc. Hay gente que tiene afán, hay gente que tiene angustia, unos se quejan, otros echan chisme. Me gustaba imaginar las historias de cada uno englobada mirándolos. Finalmente llegó nuestro turno, pasamos inmigración, un señor amable, pregunto poco, sonrió mucho y listo, de vuelta a USA.

Nunca había ido a almorzar a otro país :-)








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